¿El paraíso?

15 septiembre, 2010

Lágrimas.

Una. Dos. Tres lágrimas. Se quita una sudadera que no es suya y la deja sobre la silla. Desconsolada, se tira encima de la cama y esconde la cabeza bajo la almohada. Una serie de imágenes se pasean por su cabeza.
Él le dice que la quiere. Llora.
Él le da su primer beso. Llora.
Tumbados sobre una manta observan el cielo nocturno. Llora.
En su decimosexto cumpleaños, cuando él le regaló una rosa por cada año. Llora.
En el viaje de fin de curso, cuando él tiró piedrecitas a su ventana para buscarla y ver el amanecer juntos. Llora.
Derrama una lágrima por cada hora, cada minuto, cada segundo que ha vivido a su lado.
Una lágrima por cada beso, cada abrazo y por cada palabra que ha salido de sus labios.
Se incorpora y coge su joyero de color rosa. Allí, perdido entre pulseras, collares y demás bisutería, hay un papel. Un simple papel que significó un mundo.
Su mente se desplaza un año y medio atrás, cuando todo comenzó. Ella llevaba dos años pillada por un chico de su clase llamado Hugo. Un día en clase de Matemáticas mientras tomaba apuntes, se equivocó al escribir un número, y al coger el típex, se dio cuenta de que dentro del estuche había un cacho de papel cuidadosamente doblado.
Intrigada, lo cogió y lo abrió para descubrir su contenido.
<<Ari, soy Hugo. Tengo que hablar contigo. No sé si lo habrás notado, pero no estoy en clase. Dile a la de mates que tienes que ir al baño o algo. Te espero en el gimnasio a la una. >>
Sabía perfectamente que él no estaba en clase, pero por si acaso se dio la vuelta y vio que, efectivamente, Hugo no estaba allí. Sin pensárselo dos veces, pidió permiso para ir al baño y se encaminó a todo correr hacia el gimnasio.
Entreabrió la puerta y asomó la cabeza por el hueco. En medio del gimnasio estaba Hugo sentado en una silla con una guitarra entre las manos y una rosa roja en el suelo. En cuanto la vio, se aclaró la garganta y empezó a cantar “La suerte de mi vida” de El Canto del Loco, mientras tocaba la guitarra. Ella no sabía cómo reaccionar, creía que lo que le estaba pasando era un sueño. Se agarró el brazo por detrás y se pellizcó, pensando que de un momento a otro se despertaría en su cama rodeada de peluches y con la habitual modorra mañanera de la que es difícil librarse. Pero no, ella seguía de pié con los ojos como platos mientras Hugo se le declaraba cantando su canción favorita. Cuando acabó la canción, Hugo se levantó, cogió la rosa del suelo y se acercó a ella. Sin decir nada, posó sus labios sobre los de ella y le dio un beso tímido pero tierno. La miró a los ojos, esperando una respuesta. Su feliz alma se paseaba por las nubes, disfrutando de ese momento, pero temerosa de un posible rechazo. Entonces ella, por instinto, le devolvió el beso, dándole la respuesta más clara que hubiera podido recibir.
Ese fue uno de los momentos más felices de su vida.
Vuelve a mirar el papel. Una lágrima emborrona la tinta de la primera palabra.
Coge la sudadera que hace unos instantes dejó tirada sobre la silla. Se acurruca en la cama, abrazada a esa prenda adquirida en los últimos días de rebajas. Hunde la nariz en ella, intentando memorizar cada faceta de su olor, mientras espera a que el sueño le haga una visita. Un sueño del que le gustaría no despertar.

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Susúrrame al oído...